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La llamada de la literatura: “El gran proyecto es que el Perú pueda leer más”


Habiendo dejado atrás diez años en el estudio del arte dramático de mano de la directora Ada Bullón Ríos, Juan Javier Bolaños (Lima, Perú), parecía dedicado enteramente a la profesión que había elegido, un poco por reto personal, un poco por caprichos de la vida: la medicina. Luego de haberse graduado como médico por la Universidad Peruana Cayetano Heredia, viajó a España para realizar su especialización en Madrid. Posteriormente, se asentó en Barcelona, donde la inspiración artística volvió a llamar a su puerta, en forma de lo que sería su primera obra literaria: la novela Tomas-In, que se presenta hoy a las 6PM en el ICPNA de Miraflores.

Tomas, protagonista de la novela, es la tercera generación de vendedores de periódico. Gran parte de su vida ha leído y escuchado sobre las injusticias que acontecen a diario en la sociedad. Harto de sentirse apartado de la sociedad, decide buscar refugio en el lugar más IN del barrio. Desde ese estado constante de vigilia nos cuenta lo que sucede en su ciudad, sobre todo en un mercado en el que la fruta no solamente decora el ambiente con sus colores si no también es testigo del olvido en el que se encuentran los estibadores.

¿Cómo surge tu interés por el arte?

He tenido la suerte de que mis padres a pesar de no contar con los recursos, se hayan sacrificado por nuestra formación. Empecé a estudiar teatro desde los 8 años con la primera directora de arte dramático del Perú, Ada Bullón Ríos.

La primera imagen que tengo de Ada es el día en que éramos 4-5 niños sentados en círculo cada uno con una fruta diferente en la mano. Yo tenía una manzana roja. "¿Qué ves?", me preguntó. Una manzana, dije. "¿Qué más?", insistió. “¡Cómo que, qué más!, ¡esta señora está loca!” –pensaba yo. "Una manzana", repetí. “Dime cinco cosas que estén en relación con la manzana”, dijo. "Un árbol", respondí. “Que más”, decía ella. “El Sol, la nariz de un payaso...”. Nos exprimía el cerebro. Era una especie de hiper estimulación para relacionar cosas que, aparentemente no estaban relacionadas. El niño que quedó mejor fue el que tenía un plátano. “Veo la luna”, dijo, y Adita sonrió.

¿Qué te motivó a escribir?

Aquí vuelve a entrar otra mujer importante en mi vida. Jessica, mi hermana. Recuerdo que escribía en un cuaderno que tapaba con el brazo mientras yo intentaba leerlo. "Esto es un diario; no lo puedes leer, hazte uno tuyo". Me quedé con las ganas y por imitación empecé a escribir un diario. Luego me di cuenta que me gustaba. Era bravazo.

¿Por qué optaste por dedicarte a algo diferente?

La medicina empezó siendo un reto para mí. En el colegio, los grandes salvadores del Perú y que destinados a ser los futuros pensadores del país, querían ser médicos. Nos hicieron ese maldito test de aptitud y me salieron miles de cosas. Hasta podía ser astronauta, ¡una locura! Parecía un test de desorientación vocacional.

El grupo de compañeros comenzó a preguntar a cada uno por la carrera a la que se iban a dedicar. Los primeros puestos decían que médico. Me tocó el turno. Yo dije “médico en la Cayetano”. Ese gran amigo que me lo había preguntado se quedó sorprendido. "Si los compañeros de promociones anteriores no han podido, ¡cómo vas a poder tú!”, me dijo suelto de huesos el maldito. “Te jodiste”, me dije. Y así empezó como un reto que cumplí y que por suerte me gustó. Hasta ahora nos reímos con este amigo.

No creo que sea algo muy alejado del arte, porque, para ser médico también hay que tener sensibilidad. No somos robots. La gente piensa que no sufrimos, que no lloramos. Nos habituamos a ser médicos, sacrificamos parte de nuestras emociones porque nos gusta nuestro trabajo.

¿Cómo surge la idea de Tomas-In?

Lo que yo realmente quería escribir, en un principio, era un libro de autoayuda para niños. ¡Un ave pequeña que se pudiera convertir en un halcón o en un cóndor! Una versión moderna del patito feo. Pero el personaje no tenía nombre y eso me bloqueó. Necesitaba ponerle nombre para hablarle.

La pareja que tenía en ese entonces me sugirió el nombre de Tomasín. ¡Me pareció un nombre perdedor! Encima que era un ave pequeña, ¡iba a tener que luchar contra aquel nombre tan ridículo! Pero me convenció. Algo me dijo que ese era el camino. Luego me dejé llevar. Soy instintivo. Al final salió algo absolutamente diferente. (Risas.)

¿Cuál fue tu motivación y cuál consideras que es el mensaje?

Quería escribir un libro hace muchos años. Si no hubiese sido médico, habría estudiado literatura o algo afín.

¿El mensaje? Es interesante la pregunta. Porque una cosa es lo que yo quiero transmitir y otra, lo que el lector llegue a interpretar. Eso es lo genial de leer, que cada uno crea su propio mundo. Quisiera pensar que por medio de este libro, la gente pueda volver a admirar a la gente que tiene oficios simples pero a la que muchas veces miramos por encima del hombro. Eso no puede pasar en el Perú, ¡en el que quien no tiene de inga tiene de mandinga!

¿Por qué un kiosko y por qué realismo mágico?

Me está entrando un ataque de risa al acordarme que Perú será uno de los pocos países del mundo en el que la gente se queda mirando y releyendo los titulares de los periódicos que están colgados en un kiosco. Pensé que eso había cambiado con la llegada del internet, pero cada vez que voy al centro de Lima veo que aún alguno intenta ojear las páginas de dentro (risas). Creo que de la curiosidad por los que leen los titulares y los vendedores de periódicos de a pie fue que nació la idea del kiosco como un punto de referencia en la historia del libro.

Sobre lo del realismo mágico… la verdad es que, si le preguntas a Laura Márquez, mi amiga y editora, te dirá que discrepo de ser parte del realismo mágico. Evocar el realismo mágico es como querer tener un nuevo boom y eso no va a volver a pasar. ¡Hay que evolucionar! ¡Hay que hacer pensar a la gente! Le propuse crear un nuevo concepto. La insensibilidad a lo sencillo. De eso sí me siento parte. ¿Por qué? Porque la gente ha dejado de ser sensible a las cosas sencillas. Ahora todo el mundo quiere algo a lo grande. No basta con irse a tomar una chela en la puerta de tu casa si no es de la marca X, en el bar de fulanita de tal y si el dueño es un pelotero, mejor.

¿Cuáles son tus influencias?

Decirte que solamente fueron los libros sería engañarte. Observar la vida callejera me marcó, y el autor que más me influenció durante la adolescencia, fue Unamuno. Otros autores a los que me gusta leer y releer son Celine, Vonegut, Moravia, Bryce, García Marquez, Vargas Llosa y a Camus en francés.

Miguel de Unamuno

¿Planeas seguir haciendo carrera en literatura?

Ésa es la idea. De momento soy un médico que, cuando se agota de todos esos algoritmos, prefiere escribir y leer.

¿De qué forma se refleja tu paso por España en tu obra?

Mi paso por España me dio tranquilidad, espacio y una mirada panorámica del Perú. Tranquilidad porque el estilo de vida de un médico aquí es totalmente diferente al que tendría en Perú. Aquí me atreví finalmente a tirar para adelante y dejar de contentarme con mostrar en petit comitè lo que escribía.

¿Qué otras obras tienes inéditas o publicadas?

Tengo miles de servilletas escritas inéditas y concursos en los que no bastó conocer al jurado en una juerga para ganar, felizmente. Esta es la primera obra que voy a publicar.

¿Qué otros proyectos tienes en mente?

Hay una generación de jóvenes escritores peruanos que escribe a un nivel espectacular y que ha creado un camino para los que empezamos en esto. Ojalá el Perú pudiera leer más, ése es el proyecto que hay detrás. El gran proyecto es que el Perú pueda leer más, si es por medio de mi libro está bien, pero hay que pensar en grande.

En lo personal he terminado un segundo libro que tendrá que esperar a ver si recuperamos la inversión del primero (risas).


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