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“La Prudencia”, o un importante motivo para reír en medio del horror

Escrita por el argentino Claudio Gotbeter y dirigida por Nata Niño de Guzmán, La Prudencia es una obra sobre el miedo, sobre la constante inseguridad, sobre esa sensación de incertidumbre extrema que te mantiene en un constante -y desquiciante- estado de alerta.

En una ciudad en la que asesinatos, asaltos, violaciones y secuestros están a la orden del día, dos amigas: Trinidad y Margarita (interpretadas por Melina Hernández y Macla Yamada respectivamente), se reúnen para recibir el Año Nuevo. Se aferran fuertemente a esta celebración, de hecho, como quien abraza una última esperanza de que las cosas mejoren. A su vez, estos dos personajes que rayan con la total locura, parecen tan infectadas por la inseguridad reinante, que llegan incluso a deleitarse de las propias desgracias, y a competir por quién alcanza el nivel máximo de sufrimiento.

De pronto, un tercer personaje irrumpe en la acción. Llaman a la puerta. Trinidad y Margarita no pueden asegurar de quién se trata. Temen sobremanera que se trate de algún impostor que busque atacarlas. El personaje tras la puerta (interpretado por Emma Suito), dice ser Nina, amiga de ellas. El dilema surge ahí, cuando hay que elegir entre la propia seguridad y la de un posible allegado. A partir de entonces, la tensión llega a su punto crítico y se desencadenan los eventos más disparatados y espeluznantes.

Lo más interesante de la obra, es cómo consigue remover sensaciones a partir de situaciones tan extremas como la desesperación, la risa y el alivio. Se juega mucho con el humor negro, caricaturizando escenas que, de vivirse en carne propia, serían motivo para provocar una crisis de pánico. Los personajes están muy bien construidos e interpretados por las actrices, que consiguen poner al espectador con los nervios de punta con su personalidad histriónica, a la vez que arrancar carcajadas con sus estrambóticas ocurrencias y la expresividad de su gestualidad y lenguaje corporal.

Finalmente, la producción, aunque sencilla, está bastante bien cuidada. El vestuario, el maquillaje y los peinados de las protagonistas, terminan de construir a la perfección los rasgos de cada una y transmiten al mismo tiempo esa locura que caracteriza la raíz de sus personalidades.

Una divertida obra que invita a reír, tanto como a reflexionar sobre una realidad bastante completamente cercana y tristemente vigente en nuestro país y en varios otros de América Latina.

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